ACERCA DE
EL MUNDO PICTÓRICO DE ALFREDO GUERRERO
Hay obras que de modo indirecto puede uno relacionar con la biografía, las ideas y sentimientos del autor y otras que de modo directo nos hablan del autor sin llegar a ser autobiográficas. En mi opinión, este último es el caso de Alfredo Guerrero, cuya obra se fundamenta en eso que Lylia Gallo ha denominado, refiriéndose precisamente a este dibujante y pintor de Cartagena, "un proceso de autoanálisis".
Ante todo y como artista, Guerrero es el oficio. No cualquier oficio, porque el suyo es de oficiante, con lo que quiero implicar que maneja un saber hacer profesional que pone a relucir sagradamente en cada obra. No ser discreto en el virtuoso técnico que por fortuna posee, es una posición consciente que dice mucho del carácter del artista y de sus varias obsesiones, obsesiones que giran ineluctablemente en torno al quehacer de la pintura.
Ese quehacer nos remite, en lo que hace a los motivos o asuntos de sus temas, al artista y su modelo en unos cuadros, al artista y su obra en otros más, al artista y su taller en los de más allá, pero también nos remite a cuestiones más sofisticadas, como pueden ser la de arte versus realidad y la de presentación versus representación.
Estos últimos planteamientos son de orden conceptual y los capta mejor el iniciado. El oficiante se limita a formularlos sin ocultar que es él, Alfredo Guerrero, el centro de lo que ante nuestros ojos acontece una vez tratamos de abarcar su ya vasta obra.
"La realidad de Guerrero es engañosa por el simple hecho de que no es real. No se basa en la mirada solamente ya que, por fortuna, tiene en cuenta la opinión del alma o sea lo que a él le dicen la imaginación, la emoción y sobre todo el intelecto".
"En los primeros años de quehacer profesional, el pintor y oficiante de esta obra pictórica, que presenta la singularidad de ser autoanalítica, tenía la barba y el pelo negros. Hoy están casi blancos, pero desde sus autorretratos nos mira y sigue mirando. Al mirarnos se mira, porque hasta la mirada gira en torno a su persona. En cuanto a las modelos que lo acompañan, nunca han dejado de tener la frescura de la juventud. He aquí una expresión más del antes y después de Alfredo Guerrero, dibujante, pintor y silencioso testigo del tiempo que fluye".
Álvaro Medina
Historiador y crítico de arte
EL MUNDO PICTÓRICO DE ALFREDO GUERRERO
Hay obras que de modo indirecto puede uno relacionar con la biografía, las ideas y sentimientos del autor y otras que de modo directo nos hablan del autor sin llegar a ser autobiográficas. En mi opinión, este último es el caso de Alfredo Guerrero, cuya obra se fundamenta en eso que Lylia Gallo ha denominado, refiriéndose precisamente a este dibujante y pintor de Cartagena, "un proceso de autoanálisis".
Ante todo y como artista, Guerrero es el oficio. No cualquier oficio, porque el suyo es de oficiante, con lo que quiero implicar que maneja un saber hacer profesional que pone a relucir sagradamente en cada obra. No ser discreto en el virtuoso técnico que por fortuna posee, es una posición consciente que dice mucho del carácter del artista y de sus varias obsesiones, obsesiones que giran ineluctablemente en torno al quehacer de la pintura.
Ese quehacer nos remite, en lo que hace a los motivos o asuntos de sus temas, al artista y su modelo en unos cuadros, al artista y su obra en otros más, al artista y su taller en los de más allá, pero también nos remite a cuestiones más sofisticadas, como pueden ser la de arte versus realidad y la de presentación versus representación.
Estos últimos planteamientos son de orden conceptual y los capta mejor el iniciado. El oficiante se limita a formularlos sin ocultar que es él, Alfredo Guerrero, el centro de lo que ante nuestros ojos acontece una vez tratamos de abarcar su ya vasta obra.
"La realidad de Guerrero es engañosa por el simple hecho de que no es real. No se basa en la mirada solamente ya que, por fortuna, tiene en cuenta la opinión del alma o sea lo que a él le dicen la imaginación, la emoción y sobre todo el intelecto".
"En los primeros años de quehacer profesional, el pintor y oficiante de esta obra pictórica, que presenta la singularidad de ser autoanalítica, tenía la barba y el pelo negros. Hoy están casi blancos, pero desde sus autorretratos nos mira y sigue mirando. Al mirarnos se mira, porque hasta la mirada gira en torno a su persona. En cuanto a las modelos que lo acompañan, nunca han dejado de tener la frescura de la juventud. He aquí una expresión más del antes y después de Alfredo Guerrero, dibujante, pintor y silencioso testigo del tiempo que fluye".
Álvaro Medina
Historiador y crítico de arte
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ALFREDO GUERRERO AND HIS PICTORICAL WORLD
There are works that one can indirectly relate to the biography or to the ideas and feelings of an author, and others that tell us directly about the author without being autobiographical. In my opinion, the later is the case of Alfredo Guerrero, whose work is based on what Lylia Gallo has called, referring precisely to this draftsman and painter from Cartagena born in 1936, “a process of self analysis”.
Above all and as an artist, Guerrero is his work. Not just any work because his is as a practitioner, with which I mean to imply that he wields a professional know-how that he religiously brings out in each work of art. Indiscretion in the technical virtuosity that he fortunately possesses is a conscience attitude that reveals much about the character of the artist and about his various obsessions, obsessions that inevitably revolve around painting.
This occupation brings us, in that related to the motives for or subjects of his themes, to the artist and his model in some paintings, to the artist and his work in others, or to the artist and his workshop in yet others, but it also brings us to more sophisticated questions, such as possibly art versus reality and presentations.
These last statements are of a conceptual nature and are more easily understood by the initiated. The practitioner limits himself to formulating them whitout hiding that he, Alfredo Guerrero, is the center of that which happens before our eyes once we attempt to take in his already vast works.
What Guerrero frames as always been, more or less obviously, a nostalgic world that is not seduced by the present. Only in the clothing the artist wears or in the characteristics of a solitary door does the 20th century almost appear. It could be said that the objects that appear in the paintings and drawings have been carefully selected in order to bring us more or less back to the periods before Thomas Edison's practical inventions. It is not a form of revival that moves Guerrero, but instead a wish to reconstruct the past with the presicion and accuracy of a writer of historic novels or a director of epic films. That is why we don't see an electric lamp in any of his works, nor a radio receiver, nor a television, nor anything similar.
Guerrero seems to be determined to reveal how, in his eyes, our own present time ages (and how all present times will age). This leads us to the question: for future generations, what type of past will the present time be, that present time which we have already begun to conjugate in the past tense? This metaphysical question proves that the reality of Guerrero is deceptive simply by being unreal. It is not based only on the gazed since he fortunately takes into account the opinion of the soul, or in other words what he gathers from his imagination, emotions and above all intellect.
On referring to Portraits in 1979, Santiago Mutis Duran wrote: “they appear stripped from life itself”. Mutis Duran is a poet, thus the use of the word stripped refers us to autumn, to that which time has vanquished. The author immediately made a clarification, to indicate --referring to the photo albums that we all have at home-- that if “family photos become more valuable with the passing of time”, those of Alfredo Guerrero “are time itself”. Mutis was correct, because in the paintings and drawings of the native of Cartagena the mind captures a today and a yesterday that can only exist simultaneously in art.
In his own way, the artist has entertained himself by questioning realism. In order to achieve this, he has used realism itself, or in other words, the tool that can best be used to examine the middle ground between reality and that which is real. Observe that Guerrero’s ambiguous realism is somber, stripped, you can almost say diminished. Is Guerrero a classic? Yes, but of today and everyday, which can seem contradictory in work that as I have mentioned before turns its back on the 20th century.
In the first years of his professional life, the painter and practitioner of the pictorial work presented in this book, work whose peculiarity is to be self-analytical as we mentioned at the beginning, had a black beard and black hair. Today they are almost gray, but he still looks out at us from his self-portraits. When he looks at us he is looking at himself. In regard to the models that accompany him in his studio, they have never lost the freshness of youth. Here is yet another expression of the before and after of Alfredo Guerrero, draftsman, painter and silent witness to the passing of time.
Álvaro Medina
Historian and art critic